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El pasado 22 de febrero se celebró El Día de la Igualdad Salarial. Se elige esta fecha porque actualmente en España las mujeres deberían trabajar 43 días más que los hombres para llegar a obtener el mismo salario. Pero ¿de qué hablamos cuando nos referimos a la igualdad salarial? ¿Qué esferas la atraviesan y contribuyen a su mantenimiento?

Con la desigualdad salarial nos referimos a las diferencias en los ingresos medios de hombres y mujeres. Para poder identificarlo se calcula el porcentaje del salario bruto medio por hora que reciben las mujeres en relación a los hombres. En España, según este indicador, el salario de las mujeres es el 86,5% del salario de ellos, es decir, las mujeres ganan un 13,5% menos que los hombres. La diferencia es mayor si comparamos el salario medio más frecuente que tienen hombres y mujeres, que representa el 77% del salario masculino. (Datos de la Encuesta Anual de Estructura Salarial de 2017 del INE).

Estos resultados son consecuencia de una estructura social patriarcal arraigada donde las mujeres son discriminadas por el mero hecho de serlo. La socialización diferenciada, los estereotipos de género y otro tipo de discriminaciones como el origen racial o la religión alimentan esta estructura.

 La segregación horizontal, es un factor clave, porque entra en juego la menor valorización de los trabajos feminizados frente a los masculinizados. La mayor brecha existe en el sector social y sanitario donde la cifra asciende a más del 25%. Según datos del Ministerio de Sanidad en 2018, el 94,5% de las personas auxiliares de enfermería son mujeres, el 70% son enfermeras o en el caso de la medicina primaria el 50% de la plantilla son también mujeres. Las tareas de los cuidados a través de los estereotipos de género siempre se han vinculado a las mujeres y es por esto que ellas ejercen principalmente estos trabajos. Al ser trabajos socialmente menos valorados, su remuneración es menor, pero esta implica mucho más que un sueldo básico, significa todos los elementos de los ingresos, las formas de remuneración incluyen el pago de horas extras, bonificaciones, asignaciones para gastos de viaje, acciones en las empresas, seguros y otros beneficios.

Las mujeres, principalmente las mujeres migrantes, están excesivamente representadas en los trabajos informales y de cuidados, y por lo tanto pueden sufrir una mayor vulnerabilización laboral, al no estar amparadas legalmente.   

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Además de la segregación horizontal, la segregación vertical o techo de cristal dificulta el acceso a las esferas de toma de decisiones a las mujeres privándolas de los cargos de poder. En ocasiones, aunque las mujeres tengan cargos de dirección, se encuentran en áreas como las de recursos humanos o marketing donde no hay posibilidad de acceso a un cargo superior, a esto se le llama muros de cristal, porque lateralmente también es difícil moverse para las mujeres en la empresa.  

Esta estructura que incapacita a las mujeres para avanzar en su carrera profesional por la falta de conciliación provoca que acaben renunciando al mundo laboral, o al menos que este no sea su prioridad, devolviéndolas al espacio privado. De esta forma se ven obligadas habitualmente a asumir reducciones de jornadas o a abandonar por completo su trabajo.  

Cuando las mujeres aceptan una reducción de jornada, realmente sólo lo están haciendo en el trabajo remunerado, puesto que implica la asunción del trabajo de cuidados y de tareas del hogar, surgiendo así la doble jornada laboral. Esta situación provoca la perdida de motivación, la sobrecarga mental que deriva en ansiedad, niveles altos de agotamiento, depresión y otra serie de consecuencias que afectan gravemente a la salud mental y física de las mujeres. 

Es esencial hablar de la importancia de la conciliación y la corresponsabilidad cuando hablamos de la búsqueda de unas condiciones económicas igualitarias entre mujeres y hombres, ya que la falta de estas 2 últimas sigue privando a las mujeres de una equidad salarial. 

Laura Saigner habla de “la losa de hormigón” para referirse a estas situaciones, donde no pueden avanzar por la sobrecarga que conlleva el trabajo, el cuidado de los hijos, la convivencia en pareja, etc. Nos resulta un gran hallazgo poder nombrar de esta forma la situación de tantas mujeres. Saigner explica: “Según los resultados de la investigación #LasMujeresHoy, está claro que el principal obstáculo al que se enfrentan muchas mujeres que están activas en el mercado de trabajo para escoger con plena libertar cómo enfocar su ámbito profesional, no se encuentra en su puesto de trabajo, sino que se sitúa en su propio hogar. El principal obstáculo es sin lugar a duda el desequilibrado reparto, entre el miembro masculino y el femenino de la pareja, en la realización de las tareas no remuneradas que les afectan.”

Para poder identificar esta situación proponemos un ejercicio que puede ayudarnos a entender si estamos en una situación de privilegio o desventaja dentro de nuestra relación. Dibujamos una flor con diferentes pétalos, a cada pétalo se le otorgará una palabra. Dibuja un segundo pétalo más pequeño dentro de cada uno. Si consideras que estás en una situación de privilegio colorea el pétalo grande, si consideras que estás en una situación de desventaja colorea el pétalo pequeño.

Si nuestra flor es grande y colorida podremos identificar que somos la persona que no carga con la losa, mientras que, si nuestra flor es pequeña, seremos la persona encargada de llevar la losa de hormigón.

Promover una relación equitativa puede mejorar la salud de las mujeres, la relación de pareja, en el caso de que haya hijos o hijas, favorecerá la paternidad y maternidad y las renuncias al trabajo serán igualitarias.

Además, esto también acarrea grandes beneficios a nivel social, educando a las futuras generaciones en una responsabilidad igualitaria, con la misma capacidad de promoción, reduciendo así la brecha de género y mejorando la equidad dentro de las empresas.

¡Carguemos juntas y juntos con la losa de hormigón para luchar contra la desigualdad salarial!

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